miércoles, 4 de enero de 2023

4 de enero DESPIDIENDO A CARLOS AJÓN



 Estos días de finales y comienzo de año han sido especialmente intensos por un motivo que nos ha tocado muy dentro y que lo explico en el poema que a continución escribo.

Carlos, naciste para ser líder.

Tu querida Amazonia la veías

más maltratada cada vez

y tú no podías soportar esto.

Sereno, tranquilo y sabio,

pero convencido de tu misión:

gritar al mundo que nos están matando.

Y eso fuiste a decirlo en Europa

a todos los congregados

en la ONU (Organización de las Naciones Unidas)

y ya de vuelta hacia Ecuador,

no llegaste a contarnos tu experiencia aquí.

Estamos dolidos, rotos, afectados

por tu temprano adiós.

Pero estamos convencidos de que Dios,

Nuestro Padre Dios,

Te ha recibido ya para siempre en sí.

Seguiremos luchando

por la causa que tu defendías,

porque también es la nuestra.

Unidos para siempre contigo.

Un fuerte abrazo, amigo.

A tu familia, tu mujer e hijos

No los abandonaremos,

porque Carlos,

ellos son también nuestra familia.

Adiós. Hasta siempre.

Carlos era un joven líder -34 años- de la etnia kichwa. Convencido de que la lucha contra las grandes compañias extractoras de petróleo, oro y madera era el único camino posible para preservar nuestra Amazonia de todos los depredadores que la están esquilmando. En nuestro convento de Donostia-San Sebastián entregó su vida, sin darse cuenta -según dijo la médico que lo observó- el 7 de enero. El que descubrió el desenlace fué nuestro querido obispo, monseñor José Adalberto Jiménez. La situación que ha vivido desde entonces, ha sido de mucha tensión, nerviosismo y oración. Desde ese día todo fue una continua carrera contra reloj, pero las cosas se han sucedido con mucha lentitud, hasta que, por fin, llegaba su cadáver a nuestra ciudad de Coca, en la madrugada del 1 al 2 de este mes de enero. Estuvimos velado su cadáver en nuestra catedral y tras la celebración de la eucaristía, y en una caravana de unos diez carros, lo fuimos acompañando hasta su comuna, donde fue velado de nuevo. La llegada a la comuna fue muy emocionante, pues allá estaban esperando la mujer e hijos, los padres y hermanos. Ayer día 3, y tras la celebración de la eucaristía, que duró dos horas y media y estuvo cargada de emociones y bellas palabras hacia Carlos, fuimos en procesión a enterrar su cadáver en el cementerio del pueblo. Hemos vivido mucha tensión y emoción durante todos estos días y ayer, por fin, llegó la paz sobre su tumba.

En la sala de la reconcilición  de Loiola, a la izquierda Mons. Adalberto y a la derecha, Carlos Arjón  




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