lunes, 17 de julio de 2017

17 de julio del 2017

Son las 6 de la mañana, la 1 del mediodía en nuestra tierra. Hora de levantarse. He descansado 10 horas. ¡Bien!

Tenía un cierto reparo por lo que muchas personas me habían informado sobre la posibilidad de tener mareos o vómitos al llegar a Quito, pues aquí estamos a 2.800 metros de altura. Nunca había subido tan alto, excepto el día que subí La Collarada, en las cercanías de Jaca, a mis 20 años. Estoy contento porque me encuentro muy bien y me alegro mucho por ésto.

Con Daniel, que ha presidido la eucaristía, Galo y Leandro hemos celebrado los Laudes y la Eucaristía y nos hemos desayunado con ganas.

Día lluvioso y desapacible en Quito, ¡y estamos en verano! He estado haciendo gestiones con Leandro, Viviana y Salomé -trabajadoras de nuestra Curia de Quito-. Con Salomé he recorrido en taxi una buena zona de la ciudad. El precio de las carreras de taxis es muy barato aquí.
Hablo con Galo, que me pone en orden el ordenador, y me paso un buen rato con él.

Mario y Daniel me han llevado, tras unos cuantos titubeos, a la casa del noviciado. Es una casa preciosa de dos pisos, con un jardín central y con capacidad para 15 personas. Me encuentro con Eugenio, capuchino navarro que lleva muchos años en Ecuador. Un feliz encuentro. También he estado con sus dos compañeros educadores de los 9 novicios -originarios de Méjico, Ecuador y Venezuela-. Me he sentido a gusto con el grupo. Hemos orado, celebrado Vísperas y Eucaristía, presidida  muy bien por Eugenio. Con la cena hemos concluido nuestro encuentro, que me ha dejado un buen sabor fraterno. Ellos parten esta noche en autobús al lugar del que partieron Labaka e Inés el día en que acabaron sus vidas alanceados por los Tagaeri. Después realizarán una caminata de 50 kilómetros en 2 días. Con ellos y otros grupos nos encontraremos el 20, jueves, en una vigilia de oración en la catedral de Coca.

He vuelto a casa en taxi, pero al llegar a la calle donde está la casa donde estoy alojado, no la encontraba. Gracias a una señora que nos ha indicado el lugar y al buen hacer del taxista, he conseguido entrar en casa. Me enfado conmigo mismo por la casi nula capacidad que tengo para acordarme de los lugares. Hoy me he llevado un buen susto por este motivo. Tengo que poner más atención en todo. A la vejez...      

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