jueves, 20 de julio de 2017

18 de Julio del 2017

En la eucaristía de la comunidad, que yo he presidido hoy, estábamos un  pequeño y variado grupo: una colombiana, un estadounidense, dos ecuatorianos y yo. A desayunar se ha  juntado algunos más.

Me encuentro sin poder utilizar el móvil para mis mensajes y me valgo con el ordenador. ¡Va bien!

Juan y Marta y Daniel han sido mis compañeros de fatigas a lo largo del día de hoy. Va a ser un día Hemos ido en taxi hasta la Fundación Guayasamin, situado en uno de los lugares más altos de Quito. Allí nos hemos encontrado con la casa señorial del artista, una mansión en la que él fu recogiendo obras diversas, regaladas o adquiridas en sus viajes por el ancho Mundo. Es impresionante todo el conjunto de  obras que allí hay. Posteriormente hemos visto el árbol bajo el que yace enterrado en una vasija de barro -como la canción dice, referida a la cultura indígena a la que él pertenecía-. Es un lugar entrañable. Tras un breve paseo, hemos visto la "capilla del hombre". Aquí se encuentran gran parte de sus obras, en las que con una impresionante fuerza afrontando diversas realidades humanas, desde la opresión y la violencia hasta la ternura.

De aquí, y nuevamente en taxi, hemos ido hasta la Plaza Grande o de  la Independencia, ¡preciosa!
En un edificio que se llama "Hasta la vuelta, Señor" y que hace referencia a las andanzas de u fraile que se deslizaba a lo largo de una cruz para salir al exterior a horas intempestivas. El Crucificado le dice una de esas noches de farra "¿hasta cuándo?" y el contestó "hasta la vuelta, Señor". ¿¿Leyenda?
¿Realidad? ¿Quién lo sabrá? En este edificio que fue hasta hace poco tiempo el palacio arzobispal ha habido una transformación radical,quedando una preciosa plaza central y rodeándola, tres pisos de restaurantes y tiendas situadas al lado de los pasillos que se abren a la plaza. Hemos comido en uno de estos restaurantes, llamado "Café del Fraile". Pero cuidado, por una ensalada y una cerveza se pagan 15 euros. Lugar precioso pero está todo él en función del o de la  turista de turno.

Después de comer, hemos recorrido las iglesias y conventos de los alrededores: La Iglesia del Sagrario, con una entrada preciosa en la que destacan los motivos indígenas y su suelo de madera de siglos. De aquí hemos ido a visitar el museo del convento de San Francisco. Aquí hemos encontrado una preciosa exposición de la imaginería y pintura ecuatorianas. Hay cuadros que llaman fuertemente  la atención por la fuerza de las imágenes expresadas en ellos. Más tarde hemos visitado la Iglesia de San Ignacio, expresión deslumbrante de riqueza, pues todo es oro aquí Al volver al convento de San Francisco hemos visto a un señor ciego que con su guitarra y una bella voz intentaba ganarse unos dólares. Hay mucha gente, de facciones y ropas muy distintas, que venden  o intentan vender cualquier cosa-frutas sobe todo-. Hemos recorrido la Iglesia de los Franciscanos y su sacristía. Ahí nos hemos encontrado con un buen grupo de hermanos franciscanos, todos ellos vestidos      
con el san to hábito -costumbre cada vez más extendida en muchos lugares-. Hemos charlado amistosamente con ellos. Con un hermano hemos recorrido gran parte del convento, digno de verse, y hemos tomado un agüita con él. Tras visitar el coro, magníficamante labrado su techo, nos vamos a recorrer la ciudad.Para terminar la visita de templos, hemos visitado la Iglesia de los Mercedarios, un templo acogedor. Para estas horas ya estábamos cansados y en taxi hemos vuelto a casa.

Las distancias aquí son enormes.La ciudad tiene 45 km.de larga y 10 de ancha. La conducción la considera temeraria en muchos momentos, pero no suceden accidentes apenas. El cambiar de carril se produce cada dos por tres. Los taxis siguen pareciéndome baratos, comparados con los precios de Bilbao.

Hoy hemos cenado un buen grupo. Se respira un ambiente muy agradable.  

 

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