sábado, 5 de agosto de 2017

5 de Agosto del 2017

Esta noche ha sido impresionante la forma en que llovía. Parecía que alguien, desde algún lugar lejano estuviera echando baldes de agua con toda su fuerza, al estilo de las Magdalenas en Errenteria.
El asunto ha durado alrededor de 3 horas en las cuales se hacía muy difícil conciliar el sueño.

Por la mañana he recibido en confesión a dos matrimonios. Es costumbre aquí que cuando se va a bautizar a una criatura, sus padres se confiesen. Nuevamente han salido a colación los temas de las infidelidades conyugales y sobre todo, las desconfianzas en los matrimonios. Es una cuestión muy extendida aquí. Hay mucha tarea por delante.

Por la tarde he estado con Jesús en un encuentro con 14 jóvenes de 16 a 22 años, acompañados de su monitora; una persona bien preparada que desgraciadamente se traslada a vivir a Quito. El nombre del grupo me resulta curioso "soldados de Cristo". En esta tierra el ejército es muy apreciado. El grupo se ha expresado muy libremente. Se ve que se han tomado el grupo con bastante seriedad. Estaban de fin de semana y ya hasta septiembre no se volverán a reunir.

Este es el grupo de los "soldados de Cristo"

Después he presidido la celebtación de la eucaristía en la Parroquia de San José, con un pequeño grupo de neocatecumenales. Me siento un tanto extraño en estas celebraciones -hoy ha sido la segunda-. Tienen unas cuantas cosas que no logro entender: el darse la paz antes de la plegaria eucarística, el comulgar con pan ácimo -que para cuando lo acabas has hecho unos ejercicios de mandíbula que te la dejan para ir pasando. Pero lo que menos entiendo es que se pongan a hablar en distintos momentos de la eucaristía y no expresen cosas con sentido. ¡Una pena!

Y ya, para terminar la jornada, he celebrado una boda a las 20,30 horas. Era de una de las parejas con las que estuve reunido el jueves. En fin, un desfile de modelos de alto copete. Los novios se han portado muy bien, siguiendo el desarrollo de la celebración con interés.

Este árbol se llama platanillo ¿Sabes por qué? Me encanta por su colorido, pero hace la misma función que los eucaliptus en nuestra tierra: arrasar con todo. Los agricultores le temen.


 

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