miércoles, 18 de octubre de 2017

18 de octubre del 2017

Hoy ha sido mi bautizo de Amazonía. A las 7,45 horas de la mañana he ido con las hermanas Oblatas de aquí y con Ángel, misionero Javeriano; iba con nosotros también, una joven kitxua con su hijo recién nacido. Hemos recorrido más de 50 kilómetros por la Vía Auca y tras coger una bifurcación a la izquierda, hemos recorrido 20 kilómetros por un camino de tierra compacta y de buen firme.
Al llegar a una nueva bifurcación nos hemos bajado la hermana Mariana y yo junto con la joven kitxua con su hijito. Hemos ido caminando, por un camino embarrado durante un buen rato. Ha salido a nuestro encuentro un hombre kitxua, de nombre Benjamín, que a lo largo del día ha sido mi ángel de la guarda.
 En un momento concreto hemos llegado al lugar en el que teníamos que montar en una barquita a motor que nos llevaría en unos minutos a San Juan de Tiputini. Al entrar en la barca he sentido una inseguridad  grande; aquello era un cascarón, pero era lo único que había y nos esperaban al otro lado del río.
Hemos ido al centro comunitario, donde nos esperaba un buen grupo de mujeres y hombres de la comunidad, al rato han llegado los niños de la escuela y ahí hemos celebrado la eucaristía con los  cantos en kichwa -originarios en castellano-. La hermana Mariana sabe entenderse con los kitxwas. Son gente muy amable y que se aviene pronto a dialogar.
El centro comunitario tiene dos salas; una para reuniones, con bancos y pupitres y otra en la que hay una sala con un fuego bajo en el que se  prepara la comida. Todo el edificio es de madera. El suelo y las paredes, a media altura, son de canelo piedra; los bancos de jacaranda; la mesa de canelo fino; los pupitres de pleibo y el techo de cuero sacro. Alrededor del edificio hay árboles con nombres desconocidos para mí: pisú-guaba, valsas, uva silvestre y ajo silvestre -sus hojas huelen a ajo--
Al rato nos han traído el almuerzo -verde (plátano) cocido  y pescado de río -tilapia roja-, un vaso de jugo de limón y finalmente, dos vainas de guabas. Bueno, comida diferente pero buena también.
El saludo entre los kitxwas es muy curioso: con las mujeres hay que deslizar las manos una con la otra (si aprietas con tu mano piensan que le arrebatas su espiritu); con los hombres, al estilo nuestro.
Tras descansar, dialogando un buen rato, nos hemos despedido de esta gente tan amable y hemos vuelto a coger la barca. Ahora ya me encontraba más tranquilo, aunque nuevamente me han ayudado a subir al cascarón. Me siento muy torpe.
Después de volver, deshaciendo el camino, nos hemos topado con Ángel y Rosaura, con quienes hemos vuelto al Vicariato. Una buena siesta reparadora y una buena ducha y un cuidado de mis pies cansados y doloridos por parte de José Mari, me ha dejado como nuevo y contento por mi baño de Amazonía.

A las 19 horas he ido a la casa de la Florida con Jesús y la hermana Dora. Nos hemos reunido con un buen grupo de matrimonios. Hoy ha sido mi última reunión con ellos. Un buen grupo con el que seguirán trabajando Jesús y Dora.
Al pasar por Dayuma nos hemos encontrado con los obreros en paro, que nos han saludado amabñemente.
Ya vamos entrando en la pura selva.
La hermana Mariana va llegando al centro comunitario
Los niños kitxuas son preciosos y están muy atentos
Aquí estamos dando palmas con una canción "si estoi felice".
El techo de "cuero sano" tiene un buen labrado
Ella tiene 20 años y tiene en brazos a su segundo hijito
Otro bello niño durmiendo plácidamente dentro del atillo que su madre lleva con mucho salero
Este es el fuego bajo. Sobre los dos tubos se ponen los pucheros.
En esta frágil barquilla y sentado sobre una tabla en el rio Tiputini. Detrás de mí y conduciendo
la barca se encuentra Benjamín, mi ángel de la guarda.
En la parte posterior de la barquita va la hermana Mariana, un matrimonio con su hijoto y dos jovencitos. No pasa nada, van muy tranquilos. 
     

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