martes, 3 de octubre de 2017

3 de octubre del 2017

Seguimos reunidos en asamblea del Vicariato. Hemos comenzado la jornada con una eucaristía presidida por Alberto, el cura vizcaino que lleva aquí más de la mitad de su vida. Pero se le nota que es de Bizkaia. Tiene un aire que le sigue uniendo a la tierra que le vio nacer.

Hemos seguido con el ritmo de reuniones y encuentros que a mí tanto me gusta.

Hoy le han dado una medalla a Jesús Esteban por los 27 años entregados como obispo a esta tierra de la Amazonía ecuatoriana. Me alegro por este reconocimiento a su vida entregada aquí.

Por la tarde hemos celebrado una fiesta franciscana, a la que se han unido el resto de las personas presentes, pertenecientes a otra órdenes, pero vinculadas por la pastoral y la amistad a nuestra familia franciscana, muy presente en sus diversas ramas de hombres (Capuchinos) y mujeres (varias familias
La fiesta que hemos celebrado se denomina el Tránsito de San Francisco y recuerda su entrega a la hermana muerte (así la llamaba él).

Más tarde he ido a la catedral, donde he recibido en confesión a unas cuantas mujeres. Me ha impresionado una de ellas, casada a los 13 años, y que ha sufrido violencia por parte de su marido, pero que se expresaba con una entereza y una humildad tan preciosas, que me ha emocionado. Sigo pensando que la gente de aquí tiene una necesidad enorme de expresarse y lo hace de una manera preciosa, aunque muchas veces son verdaderos dramas humanos.
Este era el centro que se encontraba en medio de la sala donde hemos celebrado la eucaristía.
Un momento de la celebración del Tránsito. El Crucifijo de San Damián y los iconos de San Francisco y Santa Clara eran portados por dos obispos capuchinos, Jesús Esteban y Kiko (obispo en un vicariato de Venezuela)
Así hemos terminado la celebración, formando un gran círculo en el campo de baloncesto  del Vicariato.
 




 

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